Érase una vez
un lobito bueno
al que maltrataban
todos los corderos.
Y érase también
un lobito malo,
al que obedecían
todos los vasallos.
El lobito malo
les metió en la guerra,
y no quedó pueblo
ni árbol en la tierra.
No se conocían
y se iban matando,
todo por la culpa
del lobito malo.
Y vino otra vez
un lobito bueno,
al que respetaban
los pocos corderos
-que quedaban-.
Quemaron las armas
y no hubo más guerra.
Lobos y corderos
jugando en la tierra.
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